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El Catoblepas, número 13, marzo 2003
El Catoblepasnúmero 13 • marzo 2003 • página 18
Artículos

Grandes promesas de la Virgen
(entrevista con Jeremías López)

Lino Camprubí Bueno

Entrevista con el prolífico autor y olvidado presbítero católico
Juan Francisco Arroyo Mateos (Cáceres 1925)

Juan Francisco Arroyo Mateos (a) Jeremías López, Sorprendente. Próxima, histórica y auténtica venida de los extraterrestres y subterrestres y lo que harán en la Tierra (Divulgaciones Benéficas, Piedras Albas 1970, 222 págs.)Juan Francisco Arroyo Mateos (a) Jeremías López, Dios elige al Príncipe de España para cofundador de una obra capaz de salvar al mundo (Divulgaciones Benéficas, Brozas 1975, 61 págs.)Juan Francisco Arroyo Mateos (a) Jeremías López, Inaudito. Hay extraterrestres malos que ayudan al Anticristo de quien se asegura que ha nacido ya y reside en... (Divulgaciones Benéficas, Piedras Albas 1971, 285 págs.)

En El animal divino de Gustavo Bueno{1} aparece reproducida la página de uno de los libros de Jeremías López, en la que se representan ángeles que Jeremías identifica con extraterrestres. Sirve esto de privilegiado ejemplo (por provenir de un católico) de la interpretación que cabe hacer de los extraterrestres como una «nueva modulación de los démones helenísticos»; ángeles y diablos, seres inteligentes y operatorios no ya zoomórficos ni inmateriales, sino venidos del espacio exterior.

Hoy en día, numerosas sectas religiosas parten de supuestas relaciones interplanetarias. El antropólogo Ignacio Cabria, autor de Entre ufólogos, creyentes y contactados: una historia social de los OVNIs en España (Cuadernos de Ufología, Santander 1993) estudia el «movimiento ufológico español» y la entrada en tal escena de clérigos en la década de los cincuenta. Tanto con voluntad de evangelización de dichos seres, como, como en el caso que nos ocupa, considerándolos divinos. El Boletín del Centro de Estudios Interplantarios (C.I.E.) está disponible en Internet. Su primer número de la segunda época (enero-febrero 1997) contiene un artículo titulado (muy ingeniosamente) Don Jeremías López, un cura entre extraterrestres, en el que los autores parecen insinuar que la afición de Jeremías López por los platillos volantes y los contactos con extraterrestres pudo tener como causa final el aumento de interés de los feligreses, a los que, según aparece en dicho artículo, ya había entregado bonos de ayuda americana a cambio de que acudieran a su parroquia. Aunque también se hace alusión a una experiencia de tipo místico que trataremos más adelante: Jeremías López avistó un OVNI en 1957. En dicho artículo, se dice que siguió escribiendo hasta los 80, y sin embargo en el ISBN aparecen libros suyos incluso de 1996. La proximidad cronológica y geográfica hacía inexcusable no intentar ver a Jeremías López para aclarar este y otros puntos.

El viernes 25 de octubre del 2002, llamé a Juan Francisco Arroyo Mateos (nombre real del sacerdote, tal como aparece en el ISBN) al número que aparecía en la Páginas Blancas de Telefónica proponiéndole una entrevista. Accedió, pero fue incapaz de decirme el horario de visitas que tiene la casa en la que reside. Llamé, por tanto, a la Residencia de Ancianos de la Fundación Condesa de la Encina, dependiente de la Diócesis de Coria, donde a pesar de extrañarse de mi interés por «el cura», según le llamaron, no se opusieron a que fuera el domingo 27, alrededor de las doce, ya que las visitas se podían realizar a lo largo de todo el día.

Y llegó el domingo. A las 10:00 a.m., dos horas antes de la convenida, nos presentamos (Paula de la Cerda Haynes, conformando el equipo psicológico, y yo mismo) en la Residencia, un edificio bastante grande a situado al borde de la carretera de entrada de Brozas desde Cáceres. Nos recibió la directora apresurándose a advertirnos que, si íbamos a por libros, habíamos viajado en balde, pues estaban reconstruyendo la casa del Padre Francisco Arroyo, colindante con la residencia por atrás, y «se los han llevado todos»; al parecer tampoco en su cuarto conservaba nada. Ante la cercanía de la casa y la coincidencia de los teléfonos no pude menos que preguntar a la directora si la Residencia ocupa el lugar de la editorial «Divulgaciones Benéficas», a lo que respondió que no, que la Residencia no era de Francisco, aunque éste llevaba ya alrededor de veinte años en ella (como veremos, algunos más); acerca de la editorial no supo decirnos nada.

Llegamos al cuarto de Jeremías López: individual, austero, algo mal oliente, y allí estaba él, escuchando la radio. Tardó un rato en bajar el volumen e intentar levantarse, cosa que le pedimos que no hiciera, dado que era evidente su deterioro físico. Tras explicarle que la entrevista aparecería en una revista en Internet, ente virtual con el que no había tenido contacto, según me dio a entender su expresión, me permitió situar entre nosotros la grabadora encendida: lo que sigue es aquella conservación, que resumiremos o transcribiremos según convenga.

Juan Francisco Arroyo nació en 1925 en la provincia de Cáceres, en el seno de una familia de ferroviarios e hizo de monaguillo en su pueblo. Cuenta que un médico adivinó su vocación y le llevó al seminario de Coria. En 1952 fue al Congreso Eucarístico de Barcelona, donde fue ordenado sacerdote junto con gentes de «muchas otras partes.» Volvió a Cáceres, pues pertenecía a la Diócesis de Coria, y a ninguna otra orden religiosa (en «Jeremías López, un cura entre extraterrestres», el artículo que mencionamos más arriba, se afirma que es jesuita, pero Francisco no admitió tal adscripción): primero en Mata de Alcántara, La Granja, Piedras Albas (hasta 1974) y de allí a la residencia de Brozas, en el año 1975.

De esto último se sigue que a Francisco Arroyo lo dieron, como comprobaremos luego, por jubilado a los cincuenta años, y limitaron su actividad como sacerdote a la capellanía de la Residencia que habitaba; esto explica que «Divulgaciones Benéficas», de propiedad de Juan Francisco Arroyo, se trasladase de Piedras Albas a la Residencia de Brozas desde ese mismo año. Según dice, ya escribía en 1952, aunque los primeros libros publicados son de 1970, cinco años después de lo cual dejo de ser párroco, aunque siguió publicando hasta el 96. Efectivamente, nos confirmó que, a pesar de que firmaba Jeremías López porque no le asociaran a sus escritos, muchos de los cuales los escribió en Piedras Alba, cuando fue a Brozas sólo pudo ejercer de capellán, ya que no de párroco, función que sí había desarrollado en Piedras Alba y los otros pueblos. En su residencia de Brozas se limitaba, pues, a decir la misa dentro de la misma, en la que hay una capilla mediana, y a escribir el grueso de su obra. Los libros que escribía en Brozas, se los mandaba a Cáceres a un franciscano encargado de distribuirlos.

—Entrevistador: «Fue presidente de la Asociación de Amigos del Espacio.»
—Francisco Arroyo: «No.»
—E: «¿Tenemos mal la información entonces?»
—FA: «No, cosas que leía yo, las ponía.»
—E: «¡Ah! ¿Porque quedan bien?»
—FA: «Las cosas que me parecían bien, pues las ponía.»
—E: «Además de enviar los libros al franciscano de Cáceres, publicó en Barcelona.»
—FA: «Sí, algunos los envíe allí.»
—E: «Y también en Divulgaciones Benéficas; ¿a cargo de quién corría la financiación?»
—FA: «El nombre Benéficas era para camuflar que se trataba de venta. La editorial Balmes de Barcelona, sólo los vendía. Pero se cansó.»

Es decir, que la editorial Divulgaciones Benéficas era marca privada de Jeremías López que le servía para publicar sus propios libros, que luego se preocupaba de distribuir a lo largo y ancho de España.

—E: «¿Qué tirada tenían esos libros?»
—FA: «5.000 ejemplares, no más.»
—E: «En algunas de sus obras aparece la Cooperativa Nacional del Clero como referencia para hacer pedidos.»
—FA: «Se los enviaba para que los vendieran, pero cuando me puse malo dejo de vender» –esto se ha confirmado, como veremos más abajo.

Preguntado acerca de la repercusión mediática de sus tesis respondió que no hubo propaganda, y que las polémicas se mantuvieron en el mundo privado de la correspondencia, de la que no conserva, según me dijo, ninguna muestra. Tras esto centramos la entrevista en sus escritos: después de admitir que desde el 52 publicó, pero que sería en la década de los setenta cuando se desarrolla el grueso de su obra, el Padre Francisco retoma la línea defensiva cuando mencionamos el interés por los extraterrestres que atraviesa sus libros: «yo eso lo leía en los periódicos, las revistas y tal. Yo no tenía ningún contacto con alguien. Únicamente una vez vi... pero vamos.»

—E: «¿el platillo volante que describe en El porvenir de España, la Iglesia y el Mundo{2}
—FA: «si bueno, me pareció que lo veía pero vamos que la vista... pues no alcanza. Vi una cosa rara.»

Es decir, que autor tan prolífico como Jeremías López, en el estado de debilitamiento físico y mental en que lo entrevisté, se retractaba y mofaba de aquello a lo que había dedicado su vida. A indagar las causas de semejante claudicación dedicamos los minutos siguientes:

—E: «¿Tuvo algún problema con la autoridad eclesiástica?»
—FA: «No, no, no, llamarme la atención de que escribía yo esas cosas sí, pero no... Un libro que escribí sobre el sacerdocio de la mujer; pues lo estropeé; no parecía que gustaba eso mucho y lo estropeé.»
—E: «¿Tuvo que cambiar algunas cosas?»
—FA: «No, lo quemé. Algunos quedan por ahí todavía. Iba a favor del sacerdocio de las mujeres y la Iglesia no parecía que pedía eso de las mujeres...»
—E: «¿Porque a usted sí le parecían aptas para serlo?»
—FA: «Me fijaba en textos bíblicos; lo que yo defendía lo apoyó un dominico de Salamanca que le gustó mucho; pero como eso no se acató...»

No recordaba quien fue su correligionario ni tampoco parecía fácil sacarle de su actitud de disculpa ante sus antiguas tesis. Ejemplo claro lo constituyó su respuesta cuando hicimos mención a su hallazgo de la piedra filosofal, que no dudó en identificar con Jesucristo ¿se puede conciliar esto con su libro de 1972?{3}

Por lo demás, parecía que la conversación con el padre Francisco no iba a dar más de sí, algunas preguntas acerca de temas candentes como su opinión acerca de las tesis del Concilio Vaticano II (celibato, relación de la iglesia con lo cristianos no católicos, &c.), o su confianza en el Príncipe (hoy rey) como garante de la Paz Mundial parecían exceder las actuales facultades del heterodoxo cura. Además, las opiniones de este habían sido, a todas luces, cercenadas por sus superiores, que le habían convencido de lo erróneo de su interés por las apariciones y los extraterrestres profetas. De hecho, lo único que supo decirnos acerca del mal en el mundo fue que el Sexto Mandamiento se violaba por doquier, alusión que puede deberse al puritanismo que desprenden sus libros, o a un sutil ataque a sus dos entrevistadores, que no habían respondido debidamente a su pregunta: ¿son casados? Ambas alternativas sirven para apuntar el perfil ideológico del P. Francisco Arroyo, y se pueden completar teniendo en cuenta que incluso en su libro de 1988, Grandes promesas de la Virgen,{4} incluye las promesas de la Virgen al Ejército Azul (que consiste en una legión mundial de seguidores de la Virgen), que lucha por la conversión de Rusia.

Pero cuando todo parecía perdido, irrumpió en la habitación un hombre algo más joven que nuestro entrevistado, que no ocultaba su agitación y preocupación, como demostró su presentación: «vengo a asegurarme de que no salís de aquí con ninguna idea rara.» Según él mismo nos explicó, estaba sólo de visita en Brozas y la directora de la residencia le había advertido el sábado de nuestra presencia en principio programada para las doce del domingo. Su nombre era José María Domínguez y era Delegado Diocesano de la Tercera Edad. Nuestra antelación nos había dado, por tanto, la oportunidad de entrevistarnos a solas con el padre Francisco, puesto que el censor no se había dado prisa en llegar (a quien madruga...). Su retrasada aparición, lejos de obstaculizar la entrevista sirvió para reavivarla. Explícitamente su intención era la de disuadirnos de continuar la entrevista, y advertirnos ante lo erróneo y ridículo de las tesis de Juan Francisco. Grabadora en mano, tuvo lugar un tira y afloja (una vez sentado el censor junto a Francisco, pero en una posición algo más elevada, como correspondía a la jerarquía y la situación) en el que nosotros exponíamos las razones para quedarnos y continuar la entrevista aunque fuera en su presencia.

Nos parecía que si sus tesis eran tan evidentemente erróneas y heterodoxas, bien podría la Iglesia haberlas declarado tales, aunque según el P. Domínguez, el considerarlas privadas era suficiente para no tener que llegar a tal extremo. Es decir, nos quería convencer de que entrevistábamos a un pobre hombre, a un loco; con sonrisa irónica, nos decía dirigiéndose de vez en cuando al acusado:

—José María Domínguez: «Si hasta mandó a Gorbachov (no, a Jruschev) unos folletos sin importancia científica ni social a Rusia, a Nasser a Egipto, ¿a cuántos más mandaste?... los demás libros los componía por ahí, de apariciones y cosas de esas ¿no Francisco?» –continúo en tono de reproche pero sin perder el sarcasmo– «lo que tienes que decirles cuando te llamen es que no tienes libros, que no vengan, para ahorrarles el trabajo» –le dijimos, claro, que para nosotros era un placer poder ir a Extremadura y que en absoluto habíamos perdido el tiempo– «Sin embargo, no merece la pena»

Ante nuestra réplica de que hubo quien leyó sus libros nos respondió que la gente está dispuesta a comprar cualquier cosa. Pareciéndole que la conversación debía finalizar, se disponía el P. Domínguez a concluir:

—JMD: «Se ha deteriorado mucho desde hace poco, pero antes su afán era escribir por ahí y sacar cosas» –tras una pausa, con tono paternalista, sonrisa condescendiente y haciendo amago de incorporarse– «de la Biblia sobre todo; y, bueno, lo que haya hecho, si ha hecho algún bien a alguna persona, pues ahí está.»

En modo alguno nos dábamos por satisfechos por lo que tuvimos que recurrir a la repercusión mediática de la presente entrevista. Como ante la mención a Internet no se inmutó el censor más de lo que lo había hecho el entrevistado, tuve que echar mano del nombre del XL Congreso de Filósofos Jóvenes (le entregué una tarjeta del mismo en la que aparecía mi nombre y la función de secretario) e incluso exagerar un poco sus características. La preocupación creció en nuestro interlocutor ante nuestra aseveración de que el mismísimo Arzobispo de Sevilla acudiría a la cita (cosa que no ha sido finalmente posible) de modo que tuvo un cambio de actitud y cedió a nuestras insistencias:

—José María Domínguez: «Está bien, pero les advierto: la consolidación de todos los testimonios que se lleven de aquí es muy pobre; veinte años llevo viniendo y le decía yo ¿Cómo puedes hablar del futuro si no hay nada escrito? Las profecías hablan de Cristo, pero de nada más» –dirigiéndose de nuevo a Juan Francisco y retomando el tono sarcástico, pues, suponemos, la preocupación le impedía utilizar aquel otro tono entre paternalista y amistoso que antes manejaba– «¿de dónde lo sacabas?»
—Francisco Arroyo: «de la Biblia y de revistas...»
—JMD: «Ah, de revistas» –interrumpió para proseguir con su aviso– «¿Qué se yo cuales? Los fundamentos pueden proceder de una cabeza calenturienta, lo mejor es ser comedido, y por eso he venido yo; no lo interpreten como algo dogmático, simplemente quiero aclarar lo que se diga, ahora mismo le pregunto a usted ¿tienes todavía las revistas?» –el trato cambiante de tú a usted es cosa del propio José María Domínguez.
—FA: «No, las tiro después de leerlas.»
—JMD: «Pero hombre» –tono sarcástico y condescendiente– «no se puede hacer un escrito sin citar.»
—FA: «Yo citaba y tiraba» –como reacción, Francisco comenzaba a tratar de hacerse valer en la conversación.
—JMD (dirigiéndose a nosotros) «A mí hace poco me ofrecieron unas monjas jerónimas de Garrovillas unos libros suyos y les dije que no los quería, que los quemaran» –mira desafiante al agraviado– «En su casa quedaba algún papel, pero la están reconvirtiendo, me han dicho que se llevaron 70 y no sé cuántos mil kilos en un camión a Cáceres; escribía muchas cosas, sobre el sacerdocio de las mujeres también algo, pero no se de dónde las sacaba...» –Esta vez soy yo el que interrumpo para decirle que nos había hablado de alguien en Salamanca– «¿Quién? No, no, no, tenéis que tener las ideas claras...» –Ante tanta preocupación le explicamos que no pensábamos presentar el dogma católico sino la opinión de Jeremías López– «No se llamaba así. ¿Por qué te ocultabas? No lo hubieras hecho si tus fuentes fueran ciertas» –nos cortó el Padre José María Domínguez.

Preferíamos cambiar de estrategia a escuchar cómo Juan Francisco se intentaba justificar ante su superior (obviamente, no sólo en jerarquía, sino en firmeza y salud), de modo que nos interesamos por el camión de libros que viajó a Cáceres y por esas obras en poder de las monjas de Garrovillas que el P. Domínguez había rechazado. El resultado se aprecia en la conversación que sigue.

—Francisco Arroyo: «Yo les deje a unas monjas unos sobre las promesas de la Virgen.»
—José María Domínguez: «Bueno, pero eso lo habrá recogido de Fátima, Lourdes y por ahí, pero...»
—FA: «Allí se los pueden dar.»
—JMD: «No, no a una persona desconocida»
—Entrevistador: «Si fuéramos con autorización, supongo que sí» –se empezaba a forjar una alianza que más adelante daría bellos frutos entre el padre Francisco y sus dos entrevistadores frente al censor–.
—JMD: «No creo, hace poco les han robado y a gente desconocida...»
—E: «Le repito que no pretendemos sino conocer la opinión de Jeremías López, no supondrá ningún problema para ustedes que accedamos a ese libro.»
—JMD: «En todo caso ese no creo que les interese, son cosas conocidas... ¿qué las cogiste de Fátima no?»
—FA: «De muchas cosas, hombre.»
—JMD: «¿Y de México verdad? No se acordará ya; para el interés que ustedes tienen sería mejor que hiciesen una selección.»
—FA: «El padre franciscano Corredor tiene muchos» –aquí, alcanzaba su cenit la rebelión de Francisco–.
—JMD: «No vienen buscando cualquier cosa; tal vez lo de las monjas de aquí...» –este drástico cambio de actitud acerca de nuestra visita a Garrovillas sólo se explica como maniobra para desviar nuestra atención del franciscano de Cáceres.
—FA: «Las monjas sólo tienen uno»
—JMD: «¿Cuál?»
—FA: «El de Grandes promesas de la Virgen.»

Ante tal victoria por parte del P. Francisco, que había demostrado que no eran tan débiles ni su memoria ni su interés porque sus obras se recuperasen, aprovechamos para ganar algo más de terreno sobre el P. José María Domínguez.

—E: «Le veo un poco preocupado, sabemos que los escritos del P. Francisco no son la ortodoxia y no los interpretaremos como tal.»
—JMD: «No compatibilizan con la Iglesia; sólo quiero que se den cuenta de la situación en que se encuentra» –mirando lastimoso a Francisco– «ya le dijo el Obispo que dejara de escribir, no valía la pena.»
—E: «Pero los libros no se censuraron y tuvieron compradores.»
—JMD: «Hay de todo y para todos, títulos absurdos de contenidos poco firmes; no se pueden interpretar literalmente las profecías de la Biblia.»

Entre tanto, redacté un texto en el que el Padre Francisco me autorizaba a recoger sus libros del convento de Garrovillas y se lo extendí para que lo firmase, cosa que él quería hacer pero que al otro sacerdote no parecía ético, sino más bien un abuso de un anciano, aunque por otro lado se negaba a firmar dicha autorización él mismo. De hecho, el único que se comportaba de modo vil para con Francisco era él, como han demostrado a lo largo de la anteriormente transcrita conversación los sucesivos intentos de Francisco por lograr algo tan simple como que dos jóvenes no se fueran con las manos vacías de Cáceres y tuvieran acceso a algunos de sus libros. La evidencia de tal situación, a la que añadíamos nuestras afirmaciones de que lo único que nos interesaba era Jeremías López, no eran suficientes para tranquilizar al censor, que, empeñado en interceptar los libros de nuestro entrevistado, quiso llamar por teléfono al convento aduciendo que era la mejor manera de evitar un acto tan horrible como el de hacerle firmar a un hombre senil una autorización (¡para recoger un libro que, según sus propias palabras, nadie más que nosotros quería!).

De nuevo, su intento de obstaculizar (o, más neutralmente, apadrinar) la entrevista con el P. Francisco y sus resultados, supusieron un impulso para la misma, dado que tuvo que ausentarse para hacer la llamada a las monjas de Garrovillas, momento que el Padre Francisco aprovechó, motu propio, para firmar la autorización y revelarnos, en una alarde de memoria (no sólo por el dato, sino por la importancia de los contenidos de la conversación anterior) y con plena conciencia de estar esquivando a la autoridad, la completa identidad del franciscano de Cáceres que habían mencionado en dos ocasiones anteriores: se trataba del Padre Antonio Corredor García, cuya dirección también recordaba y, como veremos más abajo, resultó ser correcta. Además, nos explicó cómo llegar a Garrovillas, sita a unos veinte kilómetros de Brozas. Justo cuando nos contaba que el Padre José María Domínguez venía de Cádiz sólo a pasar temporadas, apareció éste (asomando por la puerta) con el gesto algo torcido al parecer debido a que no había encontrado el teléfono que había estado buscando. Para nosotros mucho mejor, podríamos visitar Garrovillas y nos asegurábamos de que las monjas no habían sido advertidas por el sacerdote José María Domínguez, quien, por otra parte, se había tranquilizado considerablemente; al fin y al cabo, su oposición había llegado, como se ha transcrito, prácticamente al absurdo.

Tras convencernos todos de que hacer una foto a Francisco dado el aspecto que presentaba y su negativa a prestarse estaba fuera de lugar (lo cual realmente es una lástima, porque en sus libros no aparece retrato y probablemente pase a la historia huérfano de imagen gráfica) nos despedimos de él emotivamente. Todo un acontecimiento había resultado nuestra visita en la rutinaria vida de aquel que adoraba a los extraterrestres; y el orgullo que produjo nuestro interés por su vida y obras era a todas luces evidente, como ha quedado confirmado en posteriores conversaciones telefónicas con Juan Francisco Arroyo. Nos acompañó a la salida el Padre José María Domínguez.

En este paseo hasta la puerta nos contó el sacerdote que a Juan Francisco le había pedido el Obispo que dejase de escribir, y que en los últimos años de lucidez pudo dar misa, pero no predicar; esto por lo estrambótico de sus interpretaciones, hechas a la manera protestante, según el P. Domínguez, es decir, sin ninguna guía oficial (su uso de los Padres de la Iglesia era más bien un abuso carente de criterio). Tras estas aclaraciones (que concuerdan con la interpretación biográfica que hacíamos más arriba) nos despedimos, él deseándonos lo mejor para el Congreso y nosotros deseándole lo mejor para la bahía de Cádiz.

Inmediatamente pusimos rumbo a Garrovillas por entre llanos salpicados de grandes piedras redondas. El pueblo resultó ser muy bonito y muy castizo (el silencio absoluto reinó en un oscuro bar al que mi compañera de viaje entró en solitario a pedir un café; el segundo intento tuvo algo más de éxito, pero seguía ella siendo la única mujer presente). Una de las bocacalles de la enorme plaza cuadrilátera delimitada por edificios con las paredes inclinadas y encaladas nos llevó al convento de las Jerónimas, que no era el único de Garrovillas pero sí el que buscábamos. Desde la reja que nos separaba, nos dijo la Superiora que no tenía noticia de tales libros, cosa que cambió cuando le hablamos del P. Domínguez y le explicamos pormenorizadamente por qué razón los queríamos. Tras un rato de búsqueda, nos entregó dos ejemplares de Grandes promesas de la Virgen,{5} lo único que conservaban, puesto que, según nos explicó, el Obispado pidió que devolvieran el resto de libros de Jeremías López, que estaban ahora en poder de la Diócesis (de Coria, suponemos).

No tuvimos tanta suerte en Cáceres, donde buscamos al P. Corredor García esa misma mañana. Las indicaciones de Juan Francisco habían sido correctas: en la calle Margallo, un colegio de nombre San Francisco de Padua, la librería San Antonio y, por último, un joven con sandalias de fraile y camiseta Nike nos indicaron la cercanía del convento. Ese mismo fraile nos citó con el P. Corredor para las cinco de la tarde. Pero a nuestra vuelta a esa hora nos dijo el nuevo celador que requeriría para el P. Corredor, impedido, un esfuerzo desmesurado atendernos y que tal cosa no podía tener lugar en su celda; según nos dijo, los libros que estábamos buscando ya los había vendido y repartido. No creía este hombre que en la librería de la acera de enfrente conservaran ninguno tampoco, cosa que no pudimos comprobar por ser domingo y que dejamos para otra ocasión u otros interesados. Por nuestra parte, en posterior llamada a la Cooperativa Nacional del Clero, encontramos que tal institución había liquidado su librería y no supieron decirnos dónde podrían haber ido a parar los libros de Jeremías López.

Caerán en el olvido, sin embargo, estos intentos de ocultación de la obra de Jeremías López, por que esta es significativa de algo más que la locura de un hombre, precisamente por ser este quien es: un cura católico de la España de la segunda mitad del pasado siglo, convencido de que los extraterrestres tienen que ser tenidos en cuenta por el que habla de la divinidad.

Notas

{1} Gustavo Bueno, El animal divino, ensayo de una filosofía materialista de la religión, Pentalfa Ediciones, Oviedo 1985, pág. 281; 2ª edición, Oviedo 1996, pág. 289.

{2} Jeremías López, El porvenir de España, la Iglesia y el mundo: según importantes profecías: Los extraterrestres tendrán con los hombres un trato familiar, Divulgaciones Benéficas, Piedras Albas 1970, pág. 115: «fue allá por el año 1957, cuando cierto día, a eso de las doce de la mañana, miré hacia el cielo y divisé un objeto que parecía triangular. Los movimientos o maniobras que hacía eran muy pequeños. Se paraba algunos momentos. Comprendí que esto no lo podía hacer ningún avión o aparato hasta entonces inventado por los hombres. Y deduje que aquello era uno de los llamados Platillos Volantes. Ocurrió esto en un pueblo de España.»

{3} Se trata del tomo VII de la obra más ambiciosa de Francisco Arroyo Mateos (a) Jeremías López de Santiago: El futuro de la Humanidad según grandiosas profecías y mensajes extraterrestres:

I. Sorprendente. Próxima, histórica y auténtica venida de los extraterrestres y subterrestres y lo que harán en la Tierra, Divulgaciones Benéficas, Piedras Albas 1970, 222 págs. 2ª edición en Divulgaciones Benéficas, Brozas 1996, 270 págs.

II. Sensacional. Grandiosos mensajes proféticos sobre la inminente venida del Reino de Dios al Mundo, Divulgaciones Benéficas, Piedras Albas 1970, 213 págs.

III. Maravilloso. Planetas habitados, vistos y descritos por agraciados terrestres y visitantes extraterrestres, Divulgaciones Benéficas, Piedras Albas 1971, 240 págs.

IV. Inaudito. Hay extraterrestres malos que ayudan al Anticristo de quien se asegura que ha nacido ya y reside en..., Divulgaciones Benéficas, Piedras Albas 1971, 285 págs.

V. Provechosísimo. Importantísimos mensajes celestiales y modo de santificar y salvar a los niños desde su concepción, Divulgaciones Benéficas, Piedras Albas 1971, 318 págs.

VI. Esperanzador. Cristo anuncia en Méjico su próxima venida al mundo y otras cosas extraordinarias, Divulgaciones Benéficas, Piedras Albas 1972, 349 págs. 2ª edición en Divulgaciones Benéficas, Brozas 1989, 261 págs.

VII. Elevadísmo. Mi hallazgo de la piedra filosofal y del gran secreto para llegar a estar llenos de toda la plenitud de Dios, o Dios revela en Valladolid el gran secreto que hace fácil la castidad, Divulgaciones Benéficas, Piedras Albas 1972, 304 págs.

En la página de créditos de este tomo séptimo puede leerse: «Con las debidas licencias de: 'Se reconoce, tanto a los eclesiásticos como a los seglares, la libertad de investigar, de pensar, de manifestar con humildad e interés su opinión en el campo de su competencia' (Gaudium et Spes, 62). 'Precisamente en esta legítima libertad se funda el progreso de la Teología' (Pablo VI, 21 de septiembre de 1966).»

{4} Jeremías López, Grandes Promesas de la Virgen, Divulgaciones Benéficas, Cáceres 1988, páginas 143-146.

{5} Jeremías López, Grandes Promesas de la Virgen, Divulgaciones Benéficas, Cáceres 1988. Un par de citas ejemplificarán el peculiar modo de escribir y afirmar que tenía nuestro autor:

En la misma página del copyright a nombre de su propia editorial, introduce solemnemente: «Tras haberlo leído detenidamente, piensan algunas personas que este es el libro más provechoso que se ha escrito sobre la Virgen.»

Y en la página 11, al final del prólogo, también suyo, añade: «Noticia de última hora: Muy poco antes de procederse a la publicación de este libro supimos que, en ciertas apariciones recientes, había dicho el Señor: Mi vuelta a este mundo será pronto. ¿Estáis preparados vosotros? Tenéis sólo unos pocos años, tal vez menos de los que pensáis antes del Castigo del Mundo, y sólo quedará una cuarta parte de la Humanidad. ¿Es esto lo que queréis? Lo que sembréis eso mismo recogeréis. Que se sepa que aquellos que aman a mi madre y propagan su devoción, recibirán gracias abundantes y vivirán para ver mi segunda venida. Aquellos que aman a mi Madre, me conocen y los conozco, ya que son mis ovejas» (13 de mayo del 85). Hemos estimado esta noticia muy oportuna y providencial como refrendando Dios el contenido de esta obra, al considerarla muy apropiada para amar mucho a la Santísima Virgen en incluso para poder propagar la devoción, de múltiples modos, hacia Ella, si se da a leer, o se difunde de muchas maneras este libro por doquier.» El último subrayado es mío.

Nos permitimos señalar que, amen del cariz del personaje con el que tratamos y sus artimañas, nos encontramos aquí con la visión numinosa en el primario sentido de relación del hombre con un ser personal no humano, que tiene Jeremías López de la religión incluso a la hora de tratar con el muy racionalizado Dios católico; esta visión incluye demonios, ángeles, promesas, sacrificios, &c. Esto ayudará a entender la facilidad con la que considera a los extraterrestres profetas o enemigos providenciales.

 

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